Lorena Martinez
VETERINARIA

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Lorena Martinez. Veterinaria de Clinica Veterinaria El Bosque.

De padre extremeño y madre portuguesa. Naci en el verano de 1983 en Satres un pequeño y precioso pueblo del Algarve bañado por el océano atlántico .Donde pase mis primeros 6 años de vida, en una casa a las afueras del pueblo. Donde minha avoa Francisca me inculco el amor y respeto a los animales. (A base de pescozones en caso de ser necesario).

Vivíamos todos juntos en una casa grande de anchos muros y con muchas habitaciones de esas oscuras de esas que no tienen ventanas. Donde pase infinidad de tardes jugando con mis tres hermanos mayores. Y donde una de mayores diversiones consistía, en que uno escondía al gato y el resto teníamos que encontrarlo.

Los días que hacia bueno pasábamos la tarde en el corralón, donde mi avo Américo tenia: las gallinas, conejos, perdices, palomas, cabras e incluso una vez tuvimos un burro al que pusimos de nombre platero, aunque era de color negro.

En verano minha avoa por las tardes, y si nos habíamos portado bien y habíamos hecho todos los deberes. Nos llevaba a la playa, donde como cualquier grupo de niños un poco trasto jugábamos a enterrarnos en la arena y nos dedicábamos a incordiar a la fauna local. Cogíamos cangrejos y secuestrábamos peces que más tarde teníamos que soltar.

Lo mejor de aquellas tardes siempre eran las meriendas porque minha avoa preparaba unos dulces tipos que se llaman bolinas y que estaban deliciosas.

Al cumplir los 6 años debido al trabajo de mi padre tuvimos que trasladarnos a Madrid. Donde residimos desde entonces. Al principio fue un poco rollo porque aquí no conocíamos a nadie, y vivíamos en un piso en el que (niños como nosotros acostumbrados a hacer vida en la calle) no teníamos espacio para correr. Pero poco a poco nos fuimos adaptando.

Yo personalmente tenía un montón de muñecas, a las que me encantaba peinar una y otra vez (podían estar desnudas per jamás despeinadas). Así que creo que la peluquería ha sido siempre algo innato en mí; ya con esa edad cuando la gente me preguntaba eso de ¿Qué quieres ser de mayor? Yo siempre respondía que peluquera o pintora.

Cuando teníamos un fin de semana largo, de esos que solo tienen los niños cuando van al colegio. Mis padres nos llevaban a casa de mis abuelos paternos, en Villarta de los montes provincia de Badajoz un pueblito encantador donde nos escapábamos con las bicis de excursión. Muchos días bajábamos a disfrutar del pantano de la Cijara donde mis hermanos pasaban días enteros intentando pescar. Otros días hacíamos cabañas entre 2 alcornoques, o cazábamos lagartijas solo para ver como se desprendían de sus colas. Pero una de nuestras mayores diversiones consistía en cambiar de sitio los rebaños de ovejas haciéndolas caminar hasta un prado distinto del que el pastor las había dejado pastando sin vigilancia.

Los años de colegio e instituto pasaron sin grandes logros académicos. Siempre fui una alumna de lo más normal. Destacaba en asignaturas como naturales, plástica y tecnología. Pero se me daban especialmente mal las lenguas.

Cuando tenía 10 años nació mi hermana pequeña, la cual aunque solo sea por la diferencia de edad siempre fue la princesa de la casa. Yo en cuanto pude la convertí en mi muñequita ideal siempre llevaba un peinado distinto según la ocasión. Creo que la llegue a traumatizar porque ahora siempre va medio despeinada.

Llego el momento de decidir qué hacer con mi vida. Y tras cursar el bachillerato de ciencias de la naturaleza y la salud, finalmente decidí hacer lo que para mí siempre fue mi vocación y entre a estudiar el curso de técnico superior en peluquería.

Fueron dos cursos que recuerdo con especial cariño, quizás sea porque finalice siendo la mejor estudiante de mi curso. Y sintiendo que eso era exactamente lo que quería hacer. Estaba en mi lugar. Además en el segundo año del curso pude compatibilizarlo con un trabajo a media jornada en una peluquería real. No muy lejos de mi casa. Así que me daba tiempo a todos estudios, trabajo, amigos…. Y aunque la gente no lo crea para ser peluquera también hay que estudiar.

Según termine mis estudios encontré un trabajo en una peluquería en Madrid en la que estuve un año trabajando estaba muy contenta porque ya no era la niña que está aprendiendo; pero la verdad es que tampoco me dejaron hacer mucho mas. Así que como lo que sobraba eran trabajos de peluquera decidí cambiar.

Fui a parar a una pequeña peluquería de la calle Jorge Juan. Fue una etapa fascinante de mi vida, era una peluquería con mucho movimiento, clientes de todos los días, pero también un montón de famosos que aunque fuese de forma ocasional venían a nuestras instalaciones. Sin duda alguna fue en este trabajo donde conseguí crecer y desarrollarme tanto profesional como personalmente, pues fue un lugar donde llegue a entrar en contacto tanto con gente de gran importancia social, como con las personas más humildes ofreciéndoles a todas el trato más personalizado posible. Después de dos años y medio de duro trabajo decidí marcharme, aquello estaba bien pero yo quería ver algo mas necesitaba un cambio. Aunque más tarde me arrepentí un poco.

A través de una amiga entre a trabajar en una peluquería en un barrio nuevo de Leganés en ella estuve un año trabajando. He de decir que la clientela era gente maravillosa. Al ser un barrio nuevo casi todos mis clientes eran jóvenes así que podía dejar de lado un poco los rulos. Si bien profesionalmente aprendí cosas nuevas, puesto que se demandaban técnicas totalmente distintas a las que se realizaban en el centro de Madrid. Personalmente no fue una bonita etapa, no llegue a congeniar con el equipo y nunca me encontré a gusto.

El año siguiente lo pase haciendo entrevistas y cambiando una y otra vez de empleo en ninguno aguante más de tres meses. No sé, no encontraba l que yo estaba buscando.

En enero de 2006 falleció minha avoa francisca. Lo que fue un duro golpe para mí, pues yo estaba muy unida a ella. Este fue el momento en el que decidí romper un poco con toda mi vida. Una vez más deje mi trabajo. Y durante un mes me fui de peregrina por España. No es que fuese muy lejos, pero conocí gente maravillosa que me ayudo a superar este trance.

Al regresar a casa tenía claro que me seguía gustando la peluquería, pero a la vez quería hacer algo distinto.

En casa, al verme tan triste, me propusieron que cogiese un perrito para hacerme compañía. Hasta ese momento nosotros aquí en Madrid nunca habíamos tenido animales. Siempre nos había parecido que los animales son cosa del campo. Y como no creo que los amigos se compren y no sabía cómo hacerme con un perrito, baje al veterinario que tenia debajo de casa a preguntar.

Para mi sorpresa me atendió una chica que no era veterinaria si no peluquera. Y aunque pueda resultar obvio yo hasta ese preciso instante no había caído en que los animales también necesitan peluquera.

Tras contarle toda la historia ella me propuso un trato. Si bien ella no podía pagarme un sueldo. Ella se comprometía a enseñarme las peculiaridades de su oficio a cambio de mi trabajo. Me pareció una buena oferta, así que no tarde un minuto en contestarle que si, por supuesto, no podía dejar de intentar hacer algo nuevo y distinto, y aun encima con animales. Así que a partir de ese momento me convertí en su sombra.

Lo que empezó como una colaboración por ambas partes pronto se convirtió en una buena amistad. Juntas llegábamos a más, nos adaptamos rápido nuevo ritmo de trabajo. Ella no había tenido una ayudante y con migo podía sacar más trabajo adelante.

El trabajo era más duro que el de peluquera convencional, porque yo nunca había tenido que coger a una de mis clientas en brazos, ni nunca se habían hecho caca mientras las lavaba y sobretodo mis anteriores clientas se estaban quietas. Pero lo que más me costó entender son esos pequeños gestos que tienen nuestros compañeros y que nos indican su actitud. Si sienten miedo, o te quieren morder, ella lo sabia solo con ver al perro y a mí me costó unos cuantos bocados empezar a entenderlo.

Tras 6 meses de cooperación, como yo estaba en el paro me llamaron para hacer un curso de administrativo contable. Al principio no me hacía mucha gracia, pero tras unas semanas de curso comencé a cogerle el gustillo, y he de decir para mi satisfacción  personal que termine siendo buena con la contabilidad lo cual me dejo una grata sorpresa. Lo bueno es que podía asistir al curso por las mañanas y seguir con mi aprendizaje de peluquería por las tardes.

Cuando finalice el curso y viendo que se acercaba la primavera (época fuerte en la peluquería) mi amiga decidió ofrecerme un puesto temporalmente. Además se comprometió a ir a trabajar a otros sitios nuevos, lo que significaba más trabajo y necesitaba ayuda.

Un día fuimos a trabajar a una clínica que había es San Martin de Valdeiglesias, al entrar lo primero en lo que me fije fue en que había una jaula con un pequeño animalito muy juguetón. ¡¡¡¡¡Tenían un hurón!!!! Me sorprendió, mis abuelos en Extremadura los tenían pero hasta donde yo sabía eran animales muy agresivos. A nosotros nos tenían totalmente prohibido acercarnos. Y mis hermanos ya me habían prevenido que más de un mordisco se había llevado.

Sin embargo esta, era una huroncita encantadora. Me enamore de ella, yo también quería una.
Después de ir a trabajar allí durante un par de meses, y una vez que había cogido mas confianza con los propietarios de la clínica, les pedí por fabor que si podían conseguirme una para mí. Y tras casi un mes de larga espera llego Winie a mi vida.

El verano termino, y llegaron las vacas flacas. Así que sintiéndolo mucho mi amiga tuvo que despedirme.
Que hacer ahora. Era una peluquera canina totalmente formada pero siempre hay cosas que se te escapan, así que busque algo nuevo que hacer. Encontré un curso de perfeccionamiento de peluquería canina en florida. Me pareció una idea genial ya que no solo aprendería nuevas técnicas si no que también iba siendo hora de aprender algo de ingles.

Cuál fue mi sorpresa cuando al llegar allí descubrí que en florida no necesitas para nada hablar ingles, en castellano te entiendes perfectamente con todo el mundo. Incluso mis profesores que eran venezolanos y no sabían hablar mucho ingles. Así que al volver a España me traje un montón de experiencias y recuerdos, pero en cuestión de idiomas me volví tal cual fui.

Llegaba otra primavera mi hurona entro en celo, así que ese año tuvimos huroncitos. Mi amiga me volvió a ofrecer trabajo para la campaña de verano, lo cual significaba otro verano sin vacaciones, pero no me podía quejar estábamos en crisis y aunque fuese para seis meses al año….

Ese año la temporada buena duro hasta casi la mitad del mes de noviembre, cuando desgraciadamente mi amiga tuvo que despedirme.

Pero por fortuna del destino al día siguiente vi un anuncio publicado en internet. Se necesitaba dependienta en una tienda de hurones. Y por suerte yo ya tenía tres. No pude resistirme a deshacerme de todos y me había quedado con dos hijos de Winie.

Tenía con migo un macho llamado Gufy y una hembra de nombre Lía.
Me dieron el trabajo, al principio fue duro estábamos en crisis y no había mucho que hacer, pero a base de esfuerzo y trabajo bien hecho esta empresa ha conseguido capear el temporal.

Hace 6 años que trabajo aquí, y una de las cosas que más me gusta es poder echar la vista atrás y ver como hemos crecido juntos. He intentar adivinar que nos deparara el futuro.

 

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